domingo, 2 de agosto de 2015

CUALQUIER CHISME PASADO FUE MEJOR




Hoy pienso pediros que os sumerjáis por un segundo en el circo de los pequeños electrodomésticos. Esos aparatitos tan monos (hoy día de colorines, como una fuente de macarons, antaño en simple y poco inspirador blanco y negro) que hacen nuestra vida más sencilla y feliz. Chismes que trasladan a nuestros hogares el salón de belleza, la peluquería o el bar de zumos naturales, ahorrándonos un porrón de incovenientes y tiempo. El valioso tiempo.

Tenía yo uno de estos, un depilador de piernas y otras partes más pudendas, tan eficaz que me libró del doloroso láser. El SilkEpil de Braun. Al principio dolía un poco pero enseguida te acostumbras, arranca el vello de raíz y pronto, si tus pelibiris no son recios como los de un paquidermo, irás espaciando las sesiones de depilado a un puñado de minutos cada quince días. A fecha de hoy, me repaso una vez al mes (a veces tardo más) y santas pascuas. No. No trato de vendéroslo ni los de la firma me prometen comisión. Es que voy a contaros mi epopeya.
Mi Braun SilkEpil se reveló enseguida como un chisme de belleza im-pres-cin-di-ble. Me acompañó año tras año y vio menguar mi población peluda. Debilitó el vello de mis piernas, hizo desaparecer por completo (y no exagero) el de las axilas, se venía en la maleta si viajaba, era pequeñito y molón, no pesaba nada… lo tenía todo.
Sobre todo funcionaba.

Después de mucho, pero que mucho uso, empezó a fallar. El motor se atascaba y aunque nunca jugué con las dos velocidades ni lo martiricé, era lógico pensar que el momento de cambiarlo por otro más moderno, había llegado. Allá que me fui de vía crucis, buscando exactamente el mismo modelo y marca. Tan enamorada estaba.



Lo encontré. En versión 2.0, claro. Ya no era soso, era rosa y blanco, una cosa monísima que prometía, además de depilación duradera e indolora, placer a la vista. Cuán equivocada estaba.
Ni por el forro se parecen.
Lo que me vendieron como último modelo del cacharro, se parecía al prototipo defectuoso de lo que ya tuve. No le llega ni a la suela del zapato (en sentido figurado), será precioso pero sus pinzas no agarran el vello, tienes que pasarlo una y mil veces para dejar limpia la piel y terminas irritándola. El motorcillo se ha cascado al escaso mes y medio de uso y el cable se resiste a hacer contacto. Todo lo que en el modelo antediluviano tardó diez años en fastidiarse, en este ha batido récords.

Segunda decepción. El secador Lissima de Rowenta.
Otra maravilla que vino a salvar mi vida y que yo recomendaba a voces a todo el que me quisiera escuchar. Un secador poco más grande que uno de viaje, con inusitada potencia y un accesorio alisador en la boca, compuesto por una suerte de placas de cerámica en forma de peine, que convertía en seda tus mechones, igualito que una plancha. Fácil, fácil, fácil. Para dummies como yo. Y perfecto para pelo fino filipino, que se quema nada más ver de lejos unas tenacillas. Por mucha calidad que tengan.
Tal era mi dependencia al chisme, que cuando viajé a Valencia a presentar uno de mis libros y me percaté de que lo había olvidado, a punto estuve de saltar desde el balcón del hotel. Ni comí siquiera. Salí corriendo, busqué el Corte Inglés y arramplé con otro, antes de que me expulsaran de la casa del libro por loca.
Obviamente, como supondréis, habían pasado unos añitos y el Lissima que me encasquetaron ya no era exactamente el mismo que yo tenía. A pesar de ello, vendí sus virtudes a las chicas de toda la planta y creo que esa tarde, el gran almacén agotó el stock de secadores-alisadores disponibles.
Después de esa situación de emergencia, no volví a usarlo. Tenía a mi ancianito querido.
Unos seis años después, el viejito murió y recordé el sustituto, flamante y con mucho mejor diseño, guardado en su caja. Lo puse en activo.
¿Adivináis?



Justo eso. ¡¡¡¡¡¡Menuda MMMMMM!!!!!!
Muchos de los componentes que eran metálicos y resistentes en la versión antigua, ahora son puritito plástico, endebles y birriosos. Por abreviar y no dormiros os diré que el pelo tras pasar por sus manos, nada que ver con lo que conseguía antes, un sedoso con volumen la mar de chulo. Otro desastre que apuntar a la lista.

Entonces recordé un reportaje “imperdible” que vi en internet y que me dejó ojiplática: Obsolescencia programada.


Sí, ya inventaron la bombilla que dura 100 años o ¡atención, chicas! ¡Las medias que no se rompen! Pero no son rentables. Para nosotros puede, pero no para ellos, que son los que tienen que amasar dinero a espuertas. Nuestro rol es matarnos a trabajar para poder gastarlo en sus negocios, que crecen y crecen hasta reventar de éxito. Adquirir pares de medias y ver llegar las carreras en la primera puesta, en lugar de ahorrar esos euros, juntarlos con muchos otros igualmente malgastados, y disfrutar por ejemplo, viajando. Indignante. Nada de lo que escriba aquí es comparable al modo en que se os abrirán los ojos viendo el reportaje. Altamente recomendado.

Así que os dejo. Cabreada como una mona por haber tardado casi tres cuartos de hora en extirparme cinco pelos mal contados de las pantorrillas. Echando de menos mis antiguos chismes y preguntándome qué demonios me irán a vender, cuando estos de hoy, la espichen. Miedo graaaande.


Besos de los que duran para siempre, motas. Aquí no hay nada obsoleto.



2 comentarios:

Déborah F. Muñoz dijo...

A mí me ha pasado con la cera Veet, los cartuchos esos que calientas con la máquina. Los cartuchos de antes eran una maravilla: no dolían, apenas necesitabas papelitos, eran fáciles de manejar... Ahora han debido de cambiar la fórmula de la cera y son una basura: imposible manejarlos, tienes que gastar papel a montones, duele horrores y para colmo no hay manera de que se vaya la cera y te pasas una semana pegándote a cualquier cosa que toque tu piel.

Regina Roman dijo...

Totalmente de acuerdo. Mucha culpa de todo esto la tiene la manufactura, barata, desatendida, con materias primas de chiste y a bajo coste (aunque a nosotros nos vendan el producto final al mismo o mayor precio). Vamos derechitos al barranco.

Gracias por tu comentario, amiga :)

 
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