domingo, 23 de agosto de 2015

Mota Rosa Moda. Un mar de camisetas.




PARÍS, OH, LALÁ

Este post va de camisetas. Camisetas con mensaje, camisetas coloridas que contagian buen rollo, camisetas que dan un giro de tuerca sport a un look aburrido… camisetas. Que como muchos sabéis, es mi segunda gran afición, justo por detrás de las libretas.






Esta de París me llamó no solo por su tejido fresco y suave, que lo tiene, también por el dibujo de la Torre, nunca había tenido ninguna, y por la frase. "Buenas vibraciones solamente" Sí, señor, ese debería ser nuestro lema y cerrarle el paso a todos esos aguafiestas malages, cuyo hobby es amargarle la vida al prójimo. Los tóxicos, cuanto más lejos mejor.



Por suerte, tengo una chaquetilla símil piel (es más bien plasticucho pero puesta queda chula) en el mismo color, de modo que bien coordinada por arriba, de ombligo para abajo solo faltaba colocar un básico en color neutro: un vaquero, una falda con media tupida en cualquier color, o el consabido pantalón negro, socorrido y fabuloso. 



De zapatucos, algo cómodo y a poder ser, del mismo color básico del pantalón (ya llevamos estampados en la parte superior). Así le cedemos todo el protagonismo a nuestra camiseta, la reina de la fiesta. Como ya hace frío, que sepáis que podéis reciclar las sandalias de verano que sean cerraditas y cómodas (sí, esas que no te has quitado en los meses de playeo y que te dio un montón de coraje tener que guardar). Estás de enhorabuena. Sácalas de nuevo, sé atrevida, y colócatelas con calcetines en el mismo color. Sí se llevan y son lo más en comodidad.







NEW YORK, NEW YORK

Esta monada se vino conmigo desde la gran manzana. Tengo una fijación enfermiza con los taxis de New York (y creo que en general por todo lo amarillo) porque si os acordáis, cayó también un paraguas con el mismo estampado. Ya aprovecharé algún post en día lluvioso para enseñároslo.






10 dólares. Al cambio, unos 8 €. No está mal, ¿eh? Y es gordita, ideal para el invierno porque puedo amortizarla (mi gran obsesión, amortizar prendas, esto es, usarlas, si es posible, casi todo el año) cubriéndome las mangas con una rebeca de punto lisa (sin ochos ni puntos gruesos) color negro, o el que se nos antoje, siempre que combine con el amarillo canario. Sed coquetas, jugad y mezclad tonos sin miedo, a ver qué sale.




Y como colofón final, las All Star de toda la vida, en amarillo. Puro confort para las mañanas presurosas con muchas cosas pendientes y muchos kilómetros de calle que recorrer.



EL PEDAZO DE MENSAJE

Decididamente,  esta no es una prenda por la que arriesgaría mi vida. No es nada del otro jueves y es blanca. Simplemente blanca. Pero no me negareis que el pedazo de mensaje que contiene, lo mucho que cualquier chica puede identificarse con él, no merece una y mil veces habérmela traído desde Zara New York, pensando que aquí no la iba a encontrar… ¡¡Ilusaaaaa!! La tenían exactamente igual y hasta más barata.



 


¿Cómo le sacamos partido a una camiseta básica a más no poder, donde lo potente son las letras (que dicho sea de paso, nada tiene que ver con la moda)? Combinándolas con prendas, digamos un poco estrafalarias. A saber:

- Bermudas negras imitación piel
- Botines negros con tachuelas (dará el toque rockero al conjunto) y calcetines asomando por el borde
- Parca militar verde. De los verdes militares de toda la vida.
- Pañuelito al cuello. Chic francés que no viene a cuento, por eso sorprende (risa malvada…)










Esto es todo por hoy. Pasadlo bien, aprovechad la semana, bajaos la App Ambyant  (que es gratis!!!) y empezad a crear álbumes compartidos con vuestros amigos, en todo tipo de eventos. Así todos tendréis las fotos de todos, sin necesidad de ir enviando, perder el tiempo etiquetando o cazando de muro en muro, no perderéis ninguna foto de las que se hicieran el día en cuestión, y cada cual podrá personalizar el álbum a su antojo, borrando o conservando las fotos que desee. No ocupan sitio en nuestro dispositivo (vale para móvil, tablet y ordenador) porque están en la nube de nuestra cuenta con Ambyant. ¿Queréis más? Pues más cosas hay. Pero seguiremos en otra ocasión.
Disfrutad, Motas.





domingo, 16 de agosto de 2015

AMOR AL PRIMER GOLPE DE PERCHA


Por hoy vais a permitirme un soplo de frivolidad y que dedique la entrada a la moda. Sabéis que me chifla y que más allá del estar más o menos al día de las tendencias, a poco que nos esforcemos, entramos en valoraciones y juicios acerca de su funcionamiento. Porque no nos engañemos: la moda y sus inabarcables caprichos son una cosa complicada.

A veces tenemos la sensación de que juegan sucio con nuestros pobres monederos. Que si este año se llevan los pantalones pitillos, esos estrechísimos de la muerte que hay que meterse con calzador, ten por seguro que el año próximo pondrán en la picota justo lo contrario. Para que no podamos reciclar ni seguir usando lo que ya teníamos, para obligarnos a un nuevo desembolso (que igual no nos podemos permitir) en un pantalón de pata ancha que, eso sí, nos dará el puntito de modernidad que tanta falta hace. ¿Lo tenemos? Ya podemos respirar. Felices y a la moda, aunque se nos haya estrangulado el presupuesto.

Nótese el tonillo irónico…

Puede que de cuando en cuando suframos un ataque de clarividencia y la cruda realidad nos golpee en la azotea: “esto no es más que un negocio. Quieren que gastemos, sin tregua”. Y hasta se nos hincha la vena rebelde. “¡No me da la gana!” “¡No volveré a decir lo necesito!” “¡No volveré a correr cual avestruz en temporada de caza, en busca del top de volantes que acabo de verle a mi archienemiga! Por cierto, qué mono le queda, a la puñetera” “No volveré a comprar a lo bestia, ni a decir que no tengo ropa. De hecho, no pienso volver a comprar…”
¿Cuánto nos dura la determinación? Igual podemos contarla en minutos. Desdichadas plumas a merced del viento.

Creo que pasamos por alto que las que de verdad pintan en esto de la moda, las que reciben el apelativo de “it-girls”, se pasan las tendencias que cada temporada marcan los tiranos diseñadores, por el arco del triunfo. Ellas se colocan lo que les parece, les gusta y les sienta bien. Mezclan sin pudor. Y a veces salen de su casa disfrazadas, cierto, eso también. Pero ahí las tienes, centro de todo objetivo fotográfico que se precie, hasta cuando compran el pan, admiradas por su valor, por correr riesgos, por innovar.
Innovar, queridas motas, es justo lo contrario a ir todas idénticas, vestidas de uniforme. Es investigar en los percheros de las tiendas que nos podamos permitir, rebuscar pequeños tesoros que podamos combinar de cincuenta mil maneras distintas, que nos haga sentir cómodas y preciosas. Merece la pena.

Porque cuando la encuentras… Esa prenda mágica de verdad, que es tuya y te cuadra no porque lo dicte un señor que no conoces, sino porque lo sientes. Te metes dentro, dejas que la tela acaricie tu piel e inmediatamente, te notas distinta. Eso me ha pasado este año, con lo que en principio califiqué de “horror” seguido de un “yo eso no me lo pongo ni loca”. Me refiero al culotte, bermuda palazzo o crop pant (en armonía con los crop tops): solo Dios y los que mandan saben cuántos nombres distintos ha recibido. Es un pantalón pata de elefante cortado a distintos niveles (por encima del tobillo, por debajo de la rodilla o a media pantorrilla) femenino y profesional al tiempo. Sofisticado. Muy Chanel.
Tiene a su favor la originalidad y el elemento sorpresa. Hacía siglos que las tendencias no nos sorprendían con algo realmente nuevo, poco visto (en el caso del crop pant me atrevería a decir que nada visto) que paradójicamente viene de tiempo atrás. Rescatados del armario avant-garde de pioneras de estilo como Katharine Hepburn o Marlene Dietrich, debemos agradecer a la incombustible Victoria Bechkam haberlos lanzado y defendido. Al principio, muchas la mirarían con cara de acelga (like me) pero después, hemos terminado rindiéndonos al bermuda palazzo porque ellos lo valen.




Eso sí, no en cualquier largo. He explorado concienzuda hasta dar con el que mejor me va y me lo he comprado en negro y en azul bebé. Este último, porque lo pillé en las rebajas y era un delito no llevárselo. Cayó solo. Divino y sensual.


¿Y vosotras, motas? ¿Cuáles son vuestras prendas mágicas esta temporada?

Besitos muchos, y hasta la próxima entrada :)


domingo, 2 de agosto de 2015

CUALQUIER CHISME PASADO FUE MEJOR




Hoy pienso pediros que os sumerjáis por un segundo en el circo de los pequeños electrodomésticos. Esos aparatitos tan monos (hoy día de colorines, como una fuente de macarons, antaño en simple y poco inspirador blanco y negro) que hacen nuestra vida más sencilla y feliz. Chismes que trasladan a nuestros hogares el salón de belleza, la peluquería o el bar de zumos naturales, ahorrándonos un porrón de incovenientes y tiempo. El valioso tiempo.

Tenía yo uno de estos, un depilador de piernas y otras partes más pudendas, tan eficaz que me libró del doloroso láser. El SilkEpil de Braun. Al principio dolía un poco pero enseguida te acostumbras, arranca el vello de raíz y pronto, si tus pelibiris no son recios como los de un paquidermo, irás espaciando las sesiones de depilado a un puñado de minutos cada quince días. A fecha de hoy, me repaso una vez al mes (a veces tardo más) y santas pascuas. No. No trato de vendéroslo ni los de la firma me prometen comisión. Es que voy a contaros mi epopeya.
Mi Braun SilkEpil se reveló enseguida como un chisme de belleza im-pres-cin-di-ble. Me acompañó año tras año y vio menguar mi población peluda. Debilitó el vello de mis piernas, hizo desaparecer por completo (y no exagero) el de las axilas, se venía en la maleta si viajaba, era pequeñito y molón, no pesaba nada… lo tenía todo.
Sobre todo funcionaba.

Después de mucho, pero que mucho uso, empezó a fallar. El motor se atascaba y aunque nunca jugué con las dos velocidades ni lo martiricé, era lógico pensar que el momento de cambiarlo por otro más moderno, había llegado. Allá que me fui de vía crucis, buscando exactamente el mismo modelo y marca. Tan enamorada estaba.



Lo encontré. En versión 2.0, claro. Ya no era soso, era rosa y blanco, una cosa monísima que prometía, además de depilación duradera e indolora, placer a la vista. Cuán equivocada estaba.
Ni por el forro se parecen.
Lo que me vendieron como último modelo del cacharro, se parecía al prototipo defectuoso de lo que ya tuve. No le llega ni a la suela del zapato (en sentido figurado), será precioso pero sus pinzas no agarran el vello, tienes que pasarlo una y mil veces para dejar limpia la piel y terminas irritándola. El motorcillo se ha cascado al escaso mes y medio de uso y el cable se resiste a hacer contacto. Todo lo que en el modelo antediluviano tardó diez años en fastidiarse, en este ha batido récords.

Segunda decepción. El secador Lissima de Rowenta.
Otra maravilla que vino a salvar mi vida y que yo recomendaba a voces a todo el que me quisiera escuchar. Un secador poco más grande que uno de viaje, con inusitada potencia y un accesorio alisador en la boca, compuesto por una suerte de placas de cerámica en forma de peine, que convertía en seda tus mechones, igualito que una plancha. Fácil, fácil, fácil. Para dummies como yo. Y perfecto para pelo fino filipino, que se quema nada más ver de lejos unas tenacillas. Por mucha calidad que tengan.
Tal era mi dependencia al chisme, que cuando viajé a Valencia a presentar uno de mis libros y me percaté de que lo había olvidado, a punto estuve de saltar desde el balcón del hotel. Ni comí siquiera. Salí corriendo, busqué el Corte Inglés y arramplé con otro, antes de que me expulsaran de la casa del libro por loca.
Obviamente, como supondréis, habían pasado unos añitos y el Lissima que me encasquetaron ya no era exactamente el mismo que yo tenía. A pesar de ello, vendí sus virtudes a las chicas de toda la planta y creo que esa tarde, el gran almacén agotó el stock de secadores-alisadores disponibles.
Después de esa situación de emergencia, no volví a usarlo. Tenía a mi ancianito querido.
Unos seis años después, el viejito murió y recordé el sustituto, flamante y con mucho mejor diseño, guardado en su caja. Lo puse en activo.
¿Adivináis?



Justo eso. ¡¡¡¡¡¡Menuda MMMMMM!!!!!!
Muchos de los componentes que eran metálicos y resistentes en la versión antigua, ahora son puritito plástico, endebles y birriosos. Por abreviar y no dormiros os diré que el pelo tras pasar por sus manos, nada que ver con lo que conseguía antes, un sedoso con volumen la mar de chulo. Otro desastre que apuntar a la lista.

Entonces recordé un reportaje “imperdible” que vi en internet y que me dejó ojiplática: Obsolescencia programada.


Sí, ya inventaron la bombilla que dura 100 años o ¡atención, chicas! ¡Las medias que no se rompen! Pero no son rentables. Para nosotros puede, pero no para ellos, que son los que tienen que amasar dinero a espuertas. Nuestro rol es matarnos a trabajar para poder gastarlo en sus negocios, que crecen y crecen hasta reventar de éxito. Adquirir pares de medias y ver llegar las carreras en la primera puesta, en lugar de ahorrar esos euros, juntarlos con muchos otros igualmente malgastados, y disfrutar por ejemplo, viajando. Indignante. Nada de lo que escriba aquí es comparable al modo en que se os abrirán los ojos viendo el reportaje. Altamente recomendado.

Así que os dejo. Cabreada como una mona por haber tardado casi tres cuartos de hora en extirparme cinco pelos mal contados de las pantorrillas. Echando de menos mis antiguos chismes y preguntándome qué demonios me irán a vender, cuando estos de hoy, la espichen. Miedo graaaande.


Besos de los que duran para siempre, motas. Aquí no hay nada obsoleto.



 
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